No sólo de bass vive el hombre

A lo largo de mi vida como pescador… más de 40 años ya, he pescado multitud de especies, he practicado prácticamente todas las modalidades, en todo tipo de escenarios y aguas. Si bien el bass está inscrito con letras de oro en mi corazón, hay otro pez que, aunque goza de menos popularidad y boato, me apasiona su pesca. Eso sí, a mosca… el barbo.

De eso va ésta crónica, de la pesca del barbo a mosca.

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Muchos fines de semana voy a Gandía para ver a mi familia, que vive allí. Y casi siempre, encuentro un rato para visitar el río de mi infancia. Río al que iba a pescar cuando era un mocoso acompañado de mi tío. Íbamos a pescar barbos con masilla de azafrán, con moras o higos. Sin embargo, ahora voy simplemente con mi caña de mosca del número 5 y casi siempre con una sola mosca la Black Eady (una variante personal del diseño de Iván Eady).

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He de reconocer que el montaje de la mosca, así como el bajo de línea y su plomito para que haga ruido, es una peculiaridad personal. Es el resultado de muchas horas en ese río, compartiendo con los innumerables barbos que lo habitan, momentos de emoción contenida y ganas de gritar. Unas veces de alegría y otras de rabia. En cualquier caso la pesca en ese río es lenta; muy, muy, lenta. Silenciosa, casi ritual. No suelo ir acompañado cuando pesco allí. A veces lo hago con algún amigo, pero casi siempre sólo.

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Sus aguas suelen ser limpias y rápidas. Su lecho es muy pedregoso, con grandes bolardos y piedras redondeadas. Muy incómodo de andar. Yo he caído en varias ocasiones y alguna caña de mosca he roto. No posee un caudal muy grande y prácticamente en todo su recorrido apenas cubre unos 20-30 cm de profundidad, habiendo algunas pozas profundas. Tiene aspecto de río truchero, de hecho, en alguna ocasión he capturado alguna trucha proveniente de los cotos superiores.

En cuanto a la pesca en si. Se trata de realizar una estrategia de aproximación dentro del agua hacia el barbo, pero muy lentamente, debiendo permanecer a veces varios minutos como una estatua de sal para que los barbos no se espanten. Después, una vez colocados en el sitio, debemos reconocer a los barbos que estén en actitud activa para que piquen. Esto es realmente lo más difícil de aprender. Se nota qué barbos quieren y cuáles no, pero sería muy difícil de explicar aquí.

Después llega el momento del lance. No suele tener dificultad, y generalmente es en corto. No suelen hacerse lances largos, aunque en ocasiones sí. Por lo general suelo utilizar el lance tipo ballesta para colocar la mosca en las coberturas de las orillas. Es recomendable el uso de una caña larga, 9’ 6’’ o 10’. El bajo de línea no debe bajar del 0.20 de fluorocarbono sino quieres perder una mosca tras otra. Pero si te pasas de grueso, veras como los barbos pasan de tu mosca.

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Hablando de pasar de la mosca, es especialmente curiosa la presentación. En éste río tengo observado que la presentación más efectiva con ésta mosca es la de lanzar la mosca detrás de la oreja del barbo. Si, ya sé que suena raro y que parece que pasarle la mosca por el morro debería ser la mejor opción, pues no. Al lanzar justo detrás de él, y por acción del plomito que colocamos en el bajo, el barbo asocia ese “plop” a algo que cae al agua y él lo entiende como comida. Inmediatamente, el barbo se da la vuelta y ve nuestra mosca precipitarse corriente abajo. El barbo la persigue y en ocasiones acaba engulléndola con voracidad. Para entonces mi corazón ya late con fuerza y mis ojos se salen de sus órbitas. En ese momento clavas y zas. Empieza una de las exhibiciones de fuerza y velocidad más generosas que puede hacer un pez.

El tamaño de los peces suele ser generoso, sin ser desproporcionado. Suelen ser peces entre 500 gramos y un kilo. Aunque a veces suelen verse algunos sensiblemente más grandes. Yo siempre utilizo anzuelos sin muerte, ya que la boca de estos peces es muy carnosa y no me gusta hacerles sufrir en exceso.

Bueno, espero haberos trasmitido algo de la pesca del barbo a mosca, una modalidad que poco a poco se va poniendo de moda en el club. Muchos compañeros me preguntan acerca de ella y veo que algunos socios practican ya su pesca. Otros son unos consumados maestros como Iván Eady y su inseparable Eva, los Pacos en el río Tuéjar, así como Roberto Martínez y como no, el gran maestro Carlos Cifuentes, que recientemente se ha apuntado a nuestro club.

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No sólo de bass vive el hombre… al menos éste que os escribe.

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