Como suele ser habitual la salida de pesca había sido planificada por «The Guardian» con antelación para que no nos faltara de nada. En este ocasión iríamos al santuario donde se rumoreaba que los lucios saltaban al barco con mostrarles un pikie.
En esta ocasión la pesca era lo de menos, Emilio había preparado un arsenal muy típico de Casas-Ibañez que nos iba a quitar «el sentio». Así que tuve que apretar e intentar coger el rebufo de Emilio como buenamente pudiera. Para caldear el ambiente, le envié a Emilio el día de antes un par de fotos que hablan por sí solas.
No hace falta presentación, pero para aquellos nuevos por estas lares, era un bote de almendras fritas y una coca de nueces, pasas y manzana que era lo más parecido a un tomahawk.
Sin más dilaciones, al día siguiente nos dirigimos a tierras manchegas, aunque con algo de retraso porque a nuestro presi se le pegaron un poco las sábanas. Prevenidos de lo que teníamos por delante a nivel gastronómico, Miguel aprovechó el viaje para colocarse una pastillita azul debajo de la lengua, nos cogimos las manos y rezamos un padrenuestro.
Una vez llegados al punto P hora H, Emilio se hallaba calentando motores chupito en mano junto con Gabriel, nuevo socio del club. Miguel y un servidor tomamos algo rápido y salimos hacia la rampa de botadura.
Ya en la rampa tuvimos un pequeño sobresalto cuando haciendo maniobra para la botadura sacamos el vehículo tractor fuera de la pista forestal, en lugar del remolque. Menos mal que no pasó de un susto.
Pocos minutos después, Emilio ya disponía de su embarcación sobre el agua y yo lo seguiría. Iniciamos un agradable paseo aguas arriba en un día soleado y con ganas de sacar un buen lucio.
Empezamos pescando unas puntas y una isla con jerkbaits y pikies, pero por nuestra parte no hubo mucha suerte. Emilio para entonces ya llevaba un lucio pequeñote que no fue digno de foto. Se nota que jugaba en casa.
Violando uno de los 10 mandamientos emilianos, retrasamos la hora del almuerzo a las 11h para pescar un rato más. Poco después nos silbaba desde la orilla opuesta para que fueramos a almorzar.
Emilio aprovechó ese momento para espigolar su pedido de jigs y spinners de Longasbaits que tenía muy buena pinta.
Como se puede observar las cartas ya estaban sobre la mesa para lo que tuviera que caer, pero antes había que almorzar la torta de magras que había recogido esa misma mañana Emilio del horno. Algunos que no conocían la verdadera técnica finesse de Emilio con las viandas estaban ojipláticos al observar su destreza con la navaja al trocear la torta.
Tampoco faltaron los 5 litros de vino blanco de la cooperativa Virgen de la Cabeza de Casas-Ibañez. Aquello era un auténtico festival «Made in The Guardian».
Después de las tortas de magras que cubrían nuestras necesidades de lípidos para la próxima semana, pasamos al postre. Partimos y repartimos trozos de coca, por comer, comío hasta Lucky que no sabía donde acudir.
Como suele ser habitual, el almuerzo deparó una agradable conversación donde los veteranos enseñaban sus armas secretas a los que no lo eran tanto.
También comentamos los problemas de ansiedad de algunos con la competición y como se podía curar con un remedio sencillo y barato: «una buena azaa y un mojuelo con hileras de vid de cerro a cerro».
Retomamos la pesca no sin antes que Emilio hiciera de barman con una ronda de cubatas para todos. Nuestras necesidades de azúcares también estaban ya cubiertas.
Buscamos reculas protegidas del viento, nuestros amigos por una orilla y Miguel y yo por otra orilla. En un momento dato, Miguel que se había pasado la última semana estudiando los vídeos de pesca con jerkbait, tuvo la que sería la picada del día y que nos alegró de sobremanera. Un precioso bass de kilo y medio.
Emilio y Gabriel no se quedaban atrás y por su orilla conseguían sacar un bonito lucio con un crankbait.
Por allí vimos que venía otro barco y nos dimos la vuelta buscando otra recula por donde entraba un río. El agua estaba muy fría, sólo 8ºC y no cambió apenas a lo largo del día.
Luego supimos que Gabriel sacaría otro lucio con una spinner. Este Gabriel apunta maneras, menudo fiera.
Seguimos pescando ya sin resultados e hicimos un tanteo del hambre que teníamos pues ya pasaban las 15h.
Así que decidimos volver por el camino recorrido durante la mañana para buscar una recula soleada y sin viento. El barco de Emilio surcaba las aguas con su flamante motor de 80 libras que daba gusto verlo.
Paramos para comernos la segunda torta de magras con unas vistas preciosas y un día de sol espléndido. Había sido un día que Emilio calificaría «Absolutely no stress». Así que la ocasión volvía a merecer un bridis con el vino blanco traído por Emilio.
Repetimos el mismo protocolo que el almuerzo y llamamos a la ambulancia para que nos esperara en la rampa de botadura con dosis individuales de insulina.
Fue un día magnífico en cuanto a la companía y a la meteorología, y aunque la pesca estuvo algo floja, lo pasamos como solemos decir los «valencians», de categoría.
Sólo me quedan palabras de agradecimiento para Emilio por su excelente acogida como sólo él sabe hacerlo y un placer haber conocido a Gabriel, nuevo socio de nuestro club.