El otro día Yolanda y yo fuimos a Benagéber por la zona de la presa para ver como estaban por allí los peces. La temperatura del agua a 13ºC era sensiblemente inferior a la zona del Vado de Moya y la transparencia del agua nos delataba a cada paso que dabamos. Sin duda esta zona era más complicada para la pesca.
El inicio fue dubitativo sin picadas o alguna picada a pez visto, llegué a temerme lo peor y comenzaba a desesperarme, mirando la orilla de enfrente pareciéndome mejor que donde estábamos. El día estaba nublado, así que junto con la temperatura más baja, me imaginé que los peces estarían algo más profundos y atrasados en cuanto a la freza que en la zona del Vado de Moya.
Así que recurrí al jig, un señuelo clásico en Benagéber, para pescar despacio a 5-7 metros. El primero que estableció el patrón picó en la parte de abajo de un escalón.
Fue toda una alegría pues llevábamos varias horas sin picada. Conforme íbamos avanzando hacia la Pardala, una suave brisa rizaba la superficie del agua y nos ayudaba a que nuestra presencia fuera descubierta. Más adelante en la punta de entrada a una récula, hago bajar el jig despacio por el fondo, cuando noto una suave picada, y patapam, clavo como un resorte. Otro de los buenos que subía al barco.
Por esa orilla, fuimos teniendo picadas y de nuevo en una zona cercana a una punta, otro susto.
Con el mismo patrón fuimos sacando alguno que otro. Las picadas con jig eran espectaculares y estaba disfrutando como un enano.
Y de repente llegó el susto, una bass de 2.4kg que en un principio no lo aparentaba, pero que al igual que los anteriores era «de carrasca».
Así llegó la hora de comer y nos refugiamos del viento en una récula. Proseguimos la marcha por la otra orilla, pero ya volviendo a puerto. De la misma forma que hicimos por la mañana, dada que las condiciones eran las mismas durante todo el día al estar nublado, funcionamos por la tarde y los peces siguieron saliendo de la misma calidad.
La picada que más disfruté, pero que finalmente no pude subir el pez al barco aunque lo toqué con la mano, fue cerca de un puntal bastante pronunciado. Noté como me cogía el jig por un segundo y lo escupía sin darme tiempo a reaccionar. Intuí que aún estaría mirándolo, así que dí al jig un golpe seco pero corto y noté como lo volvía a coger, y esta vez sí que clavé.
Así que está fue una jornada de pesca inolvidable en la que los peces de calidad picaban a uno de mis señuelos favoritos, y aunque probé a texas, crankbait o spinner, no tuve resultados.
Me gustaría dedicar esta crónica a los inminentes padres: Pardo, un lector incondicional de mis crónicas, y Cisco, que comparte conmigo la predilección por el jig, ese señuelo que tantas alegrías nos ha dado en nuestras jornadas de pesca.