No tengo aptitudes literarias, eso es evidente. Pero hoy sentía el impulso de compartir con todo el mundo, lo feliz que puede hacer a un hombre una buena jornada de pesca.
No, no se trata de mí. Aunque también…
Ayer sábado 31 de marzo de 2012, compartí un día de pesca con un hombre, que a mi juicio, atesora la más profunda afición hacia la pesca que yo he visto jamás. Muestra un tesón inquebrantable. Sus reveses en competición, simplemente le resbalan. Su ilusión es la pesca del bass.
Sus ojos brillaban como los de un niño cuando quedamos el jueves para pescar en Benagéber el sábado siguiente.
Le llamé el viernes por la tarde para concretar la hora, y me respondió una voz ilusionada que me decía que había desmontado los asientos de su barca, simplemente para que pescara más cómodo. Él sabía que a mí me gustaba pescar sin el estorbo de los pedestales, por ello yo no los llevo nunca en mis embarcaciones. Me abrumó….. Todos sabemos que desde su accidente, sus lesiones en la pierna le impiden manejar durante largo rato el pedal del motor eléctrico permaneciendo de pie. Le reproché que lo hubiera hecho, que a mí me daba igual pescar con los pedestales……pero fue inútil.
Quedamos a las 6:30 en Casinos para desayunar. Allí aparecí a la hora exacta, y comprobé que mi compañero ya se encontraba atareado reordenando todos sus aparejos y pertrechos. Nos saludamos emotivamente y le invité a desayunar en el bar. Mientras desayunábamos (él por segunda vez ese día) me confesó que había llegado media hora antes. Rápidamente nos subimos a los coches para dirigirnos al Vado de Moya……
Botamos su barco, no sin cierta dificultad, alegrándome de haber llevado a «la bestia» (nombre por el que es conocido mi Terrano 3.0, en ciertos círculos del club), pues es posible que a la salida necesitáramos de su exultante par motor.
Empezamos la jornada decidiendo pescar rio arriba. Aquella decisión pareció desconcertar a mi compañero, pues daba por supuesto que, como casi todo el mundo tomaríamos rumbo río abajo.
Me brindé a llevar yo el motor eléctrico, pues sin asiento mi compañero sufriría fuertes dolores al finalizar la jornada. Tratamos de establecer un patrón de inicio, dadas las fechas que son y las escasas coberturas que ofrecía el embalse por esos lares. La primera hora fue demoledora por la ausencia de picadas. Se mascaba la tragedia. Él trataba de disimularlo y de quitarle importancia, valorando al máximo el simple hecho de estar juntos disfrutando de un día de pesca. Me sentía mal al ver como un hombre que había puesto tanta ilusión en una jornada de pesca, se conformaba con la esencia de una buena compañía y un día al aire libre…nada más. Y eso era suficiente…..
Tras hablar acerca de qué debíamos hacer, asumí la responsabilidad de nuestro éxito o fracaso. Era lo que él esperaba de mí. No podía defraudarle. Insistí en mi planteamiento inicial y ajustamos un poco nuestra estrategia…a los pocos minutos tuvimos la primera picada. Fue como si la luz del sol que empezaba a colorear las montañas saliera de nuestro interior. De repente el desorden y el estrés se apoderaron de nuestra embarcación y finalmente subimos a bordo un excelente ejemplar de más de 50 cm. orondo y de una librea preciosa. Nos grabamos el patrón en nuestra mente y seguimos ejecutándolo de forma sistemática. Las capturas se sucedieron una detrás de otra, ejemplares bellísimos, fuertes, aunque sin la explosividad que manifestarán unos meses más adelante. Sin duda su mayoría eran hembras. Su enorme redondez así lo atestiguaba… ¡preciosas!
Estábamos contagiados de una risa sistemática, patológica diría yo.
A medio día coincidimos con nuestros amigos Javi e Iván. Fue una comida divertida y distendida, no puede ser de otra manera con Iván presente, jajá. Nos contó sus aventuras canadienses.
Después seguimos pescando en dirección a nuestro punto de partida. Nos sentíamos completamente felices y satisfechos por nuestras capturas, y por la compañía de nuestros amigos. Seguimos capturando algunos peces más. Nos parecía lo más fácil del mundo…..Finalmente capturamos 17 hermosos ejemplares, algunos de ellos sobrepasaban holgadamente los 2 Kg. de peso. En concreto uno de ellos….vaya trasto. Desgraciadamente no disponemos de foto, por lo que me abstendré de hacer comentarios acerca de su peso.
Sacamos las embarcaciones y nos dispusimos a despedirnos. Todavía nos dio tiempo a saludar a «The doctor» que había ido a pescar con unos familiares, comentándonos que había hecho una espectacular “pescata”, incluso mejor que la nuestra.
De vuelta a casa, me sentía muy feliz. No sólo por nuestra pesca, sino porque había visto la cara de la felicidad en mi compañero. Sé que él nunca olvidará ese día, lo que quizás él no sepa es que yo tampoco lo olvidaré….gracias Juanito.
Muchas gracias,
Vicente Mascarell